La primera vez que vimos la película “El hombre tranquilo” fue en un cine de barrio en Alicante. El humor británico que destilaba el comienzo, cuando Sean Thornton disfrazado de John Wayne llega al poblado irlandés y se enfrenta a la curiosidad de los vecinos, nos clavó en la butaca y dejó en segundo plano la esperanza de contemplar aquellos ojos verdes de la pelirroja Danaher, que tanto se parecía a la Maureen O’Hara de nuestros sueños. Y es que las pelirrojas siempre han sido nuestra perdición. No sé si sabrán que estuvimos a punto de retar en duelo a Charlton Heston por lo mal que trataba a Eleanor Parker en aquella película de hormigas voraces… Él era fuerte y robusto pero nosotros éramos dos.
Debemos volver al Innisfree fordiano tarareando la música de Víctor Young para revivir la pelea entre dos forzudos cuñados y revisitar aquel pueblo irlandés anclado en un apacible pasado, tal como Brigadoon allá en las Highlands; regresar para tomar una pinta de Guinnes en lo de Pat Cohan o un blended Jameson en el fastuoso Ashford Castle, en cuyo campo de golf el chico arrastra a la chica para devolverla o cobrar la dote (“Esto es Irlanda, Sean. Sin el permiso del hermano no hay boda”); Ashford, un hotel donde los autores aspiramos a retirarnos con los royalties de este libro.
Un viaje por la península de Galway nos permitirá visitar aquellas islas Aran perdidas en el fin del mundo que un buen día filmó Flaherty y que describió uno de los padres del independentismo irlandés, John Synge. Y hablando de Irlanda y de su lucha contra el colonialismo británico, un retorno a Innisfree nos proporcionará un encuentro con excelentes escritores, algunos galardonados con el Nobel de Literatura, ocupados en la historia de un país dividido por la religión y algo más. Los autóctonos Joyce, Heaney, Shaw, Wilde, Kavanagh, Yeats, o los foráneos Boll, Reverte o Chesterton, ayudan a entender la idiosincrasia de unos ciudadanos en busca de sus libertades mientras gozan y pelean, al mismo tiempo, con un paisaje tal vez demasiado esmeralda.
Por Emilio Soler y Mario Martínez, autores de la obra ‘El Hombre Tranquilo’ de la Colección Cine y Derecho.