Existen buenas y numerosas razones para ver la naranja mecánica. Basada en una novela de Anthony Burguess, que recrea episodios de la propia vida del autor, se trata de una película absolutamente autónoma dirigida por el magistral Stanley Kubrick, caracterizándose por ser una obra artística perteneciente al género cinematográfico y absolutamente autónoma en las manos del legendario director estadounidense nacionalizado británico. El film presenta un mañana antiutópico poblado de bandas juveniles y que se desarrolla en un Londres futuro, impregnado por las corrientes de ese momento como era el movimiento Pop Art de los 60. Se muestra, asimismo, como una reivindicación del espíritu rebelde de la época.
La obra posee varios pilares fundamentales: la violencia extrema (ultraviolencia), el libre albedrío del que carece durante el metraje el protagonista principal, Alex de Large, contrariamente a lo que ocurre en las páginas de la novela en la que está basada. Junto a ello, también se reflexiona en la cinta sobre la prevención especial jurídico-penal, mostrando como hilo conductor la reinserción social. Todo lo anterior, se aderezará por la contradicción planteada por Kubrick con la dualidad ironía-sátira que vislumbra un futuro plagado de esos problemas.
Además de lo anterior, se advierte una clara conexión entre el espectador y el protagonista de “la naranja”, ya que se produce un dilema moral en el espectador, aparece la música como un elemento determinante y, finalmente, se entrevé un futuro trágico. Por todo ello es muy recomendable “videar” (idioma Nadsat) dicha película que ha sido considerada por la crítica especializada como un film de culto en el género de la ciencia ficción.
Así pues, cumplidos 50 años del estreno, esta película sigue creando emociones ya que se describen problemas que poseen una rabiosa actualidad.
Por José Manuel Ríos Corbacho, autor de La naranja mecánica. Problemas de violencia y resocialización en el siglo XXI, dentro de la colección Cine y Derecho.