Asumo que, casi 40 años después de su estreno, prácticamente todo el mundo ha visto lo que se considera uno de los ejemplos de película de culto, una de las grandes no sólo de la ciencia ficción, sino de la historia del cine. Dejemos para otra ocasión la secuela del muy estimable Denis Villeneuve, estrenada en 2017 (Blade Runner, 2049).
Saber por qué una película ha entrado en esa categoría ya es un buen aliciente para volver a ella o —en el caso de tener esa gran suerte— verla por primera vez. Es cierto que ha envejecido no poco el gran trabajo de Hampton y Trumbull para esos efectos técnicos que en su momento tanto nos impactaron, aunque la descripción de un Los Angeles de 2019, profundamente multicultural y radicalmente desigualitario, la música de Vangelis, la fotografía de Cronenweth y las interpretaciones de H.Ford, E.J.Olmos, R.Hauer, o S.Young, por citar sólo algunos, conservan toda su fuerza. Pero, sobre todo, vale la pena comprobar por qué esta es una obra maestra de Ridley Scott, ayudado por el guion de Peoples y Fancher, a partir de la poderosa historias del grandísimo Ph.K Dick “Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, una de las cumbres de la literatura de Sci-Fi de todos los tiempos.
Escribí este libro para tratar de ofrecer algunas claves interpretativas de las muchas que ofrece la película: además de sus reflexiones sobre qué es lo que nos hace humanos, el sentido del tiempo, o de la memoria, la conciencia de la crisis ecológica y del valor de la vida, en su más amplio acepción, propuse reflexionar sobre la analogía entre los inmigrantes irregulares -una de las grandes cuestiones de nuestro tiempo- y los replicantes, esos ciborgs que persigue el cuerpo de Blade-Runners cuando se salen de su lugar e intentan quedarse entre nosotros, sin derecho a ello.
Por Javier de Lucas, autor de Blade Runner. El Derecho, guardián de la diferencia, en la colección Cine y Derecho.