La mayoría de nosotros vivimos en un Estado democrático, pero casi nadie conoce cuáles son sus fundamentos reales, y sobre todo parece haberse olvidado por completo cómo llegó la democracia a nuestras vidas, qué ocurría antes, y qué sucede cuando la democracia, que siempre es fragilísima, se pierde.

            El hombre que mató a Liberty Valance ilustra a la perfección todo lo anterior a través de una entretenida película con un guion extraordinario lleno de cambios argumentales y guiños a la realidad actual. También es excelente el trabajo de los actores en muchos casos, marcadamente en el de John Wayne, en algunos momentos el mejor de toda su carrera. Sensibilidad y reflexión es lo que necesita siempre la democracia y es lo que transmite también con su papel en la película, lo que no debió resultar fácil para un hombre absolutamente encasillado en el papel de rudo cowboy.

            Este libro se propone enseñar al lector los fundamentos de la democracia, ilustrando la explicación con los fragmentos de la película en los que se formulan las muchas alusiones al tema. Se aprenderá así la función de los derechos humanos y de los parlamentos, gobiernos y tribunales, pero también, y es lo más importante, cuál debe ser el comportamiento de la ciudadanía. Estamos viviendo una época, que viene de antiguo, en la que la población está percibiendo a sus instituciones con una lejanía insólita. Siente que no forma parte de ellas y que, por tanto, no le representan. Esa toma de conciencia ha ido sucediendo cíclicamente en la historia del mundo y en muchas ocasiones ha anunciado cambios sociales radicales.

            Bien al contrario, el ciudadano es la pieza clave y central de todo el sistema. Sin él, nada tiene sentido. Es el auténtico amo de todo y así debe sentirlo, adquiriendo una madurez que derive en una autorresponsabilidad que le haga entender que no puede abandonar la gobernanza del lugar en el que vive a unos “jefes” que eventualmente ocupen las instituciones y que le den órdenes. Al contrario, tiene que hacer el esfuerzo de pensar por sí mismo y en su convivencia pacífica y satisfactoria con los demás. En democracia gobierna el pueblo y tiene que implicarse en esas instituciones. La obediencia final a las mismas sólo es la consecuencia de un buen funcionamiento del sistema en el que la tiranía de unos pocos ha sido desterrada, y por tanto todos obedecemos nuestras propias decisiones tomadas en conjunto.

            La tiranía es justamente lo que nos espera cuando el pueblo desprecia los derechos humanos, se aleja de las instituciones democráticas y quiere confiar en un líder o un grupúsculo de notables que “manden”. Dictadura, totalitarismo –concentración de todo el poder en unos pocos–, y todo ello regado con el combustible del populismo, burdo trampantojo de necios. Despojado de derechos humanos, el ciudadano deja de serlo y pasa a ser de nuevo un siervo, un esclavo; una víctima.

Por Jordi Nieva-Fenoll autor de la obra ‘El Hombre que mató a Liberty Valance‘ de la colección Cine y Derecho.