La película, del año 1994, fue dirigida por Krzysztof Kieslowski quien, como Rohmer, organizaba sus películas en ciclos o series, lo que le permitía abrir el campo de posibilidades, multiplicar los puntos de vista y no ofrecer una mirada única. La vocación del cineasta polaco de organizar sus películas en ciclos llega a su culminación cuando anuncia una trilogía sobre los tres pilares de la Revolución francesa: la Trilogía de los tres colores (Azul, 1993, Blanco, 1994 y Rojo, 1994) que reivindica los valores del viejo continente y que ejemplifica alegóricamente las virtudes civiles que dichos colores representan: Libertad, Igualdad y Fraternidad. A esta última virtud, simbolizada por el color rojo, color que también representa a la Justicia, va dedicada la tercera entrega de su Trilogía, última obra del director polaco.

Pocas veces una sola película ha supuesto una reflexión de tantos aspectos sobre la Justicia como Tres colores: rojo, para ello Kieslowski enmascaró su propósito con una historia de amor, por otra parte, tema mucho más cinematográfico.

El principio de independencia judicial exige sobre todo modestia porque no siempre dicho principio garantiza la adopción de decisiones judiciales justas. Es magnífica la conversación entre el viejo Juez y Valentine:

Juez: El solo hecho de poder decidir lo que es verdad y lo que no, ahora me parece una falta de modestia.

Valentine: Vanidad.

Juez: Vanidad. Sí.

Relato que nos traslada a fallos jurisprudenciales recientes y que nos avisan de que el Juez, que es quien tiene el poder de dar la última respuesta a un conflicto, establece lo que es verdad y la impone. El Juez tiene siempre razón, pero no porque sea más sabio que las otras partes que intervienen en el proceso, sino porque es el último que se pronuncia. La verdad judicial responde a una razón pragmática: en algún momento hay que cortar el hilo de los conflictos.

Quien quiera a través de un viejo juez misántropo y desesperado que observa la miseria ajena desde su casa, conocer el entramado judicial, tiene en el visionado de Tres colores: rojo, una oportunidad magnífica. Y una razón más: Tres colores: rojo, considerada una obra maestra tan compleja en los temas que aborda como inmaculada en su puesta en escena, forma parte de las ocho mejores películas de la historia del cine, junto a Ciudadano Kane, Casablanca, El padrino, Vértigo, Encadenados, Boyhood y La ventana indiscreta.

Sobran razones para verla.

Por Rosario de Vicente, autora de El color de la justicia, en la colección Cine y Derecho.